Quizá el error más común cometido en relación a lo que se entiende sobre la doctrina de la Iglesia acerca del uso de los métodos artificiales para prevenir el embarazo es que sólo se trata de una ley de la Iglesia. La doctrina en contra de los métodos no naturales para prevenir el embarazo entonces se entiende como algo que sencillamente tiene carácter “religioso”, lo cual insinúa que también es una doctrina caprichosa y arbitraria que, en el mejor de los casos, refleja un curioso remanente de tiempos pasados y que es más o menos irrelevante para los pueblos modernos. En el peor de los casos, se considera una práctica represiva promovida por una institución para dominar y controlar. Hoy los tribunales y la esfera pública luchan para encontrar la manera de tener un equilibrio adecuado entre los derechos religiosos y las libertades personales. ¿Se permite que un taxista musulmán se niegue a ofrecer sus servicios a una persona que lleva bebidas alcohólicas? ¿Puede el dueño de una panadería negarse a hornear un pastel para celebrar una ocasión a la cual se oponen sus creencias religiosas? Estas disputas se resuelven, por lo menos en teoría, por el sistema judicial, el cual procura aplicar los principios de la Constitución. Idealmente, tanto las creencias religiosas personales como los derechos individuales se deben respetar para vivir una vida donde exista un equilibrio adecuado.
Sin embargo, la doctrina de la Iglesia en contra de los métodos artificiales para prevenir el embarazo no deberían considerarse sencillamente como una ley “religiosa”, como la obligación de asistir a la Santa Misa cada domingo y fiestas de guardar o la práctica de abstenerse de comer carne los viernes durante la Cuaresma. Aunque algunas enseñanzas y prácticas claramente forman parte de las leyes puramente divinas o leyes de la Iglesia, otras forman parte de las enseñanzas más amplias y universales respecto a lo que es objetivamente bueno o malo. Esta ley se denomina la ley natural. Las enseñanzas de la ley natural no aplican a algunas culturas o sociedades pero no a otras. La ley natural vincula a todos los pueblos a sus preceptos. Por ejemplo, la enseñanza en contra del asesinato es una ley natural, universalmente cierta, independientemente de que sea aceptada o no por cualquier órgano legislativo o pueblo. La prohibición contra el asesinato se mantiene como un precepto sólido, inamovible que trasciende cualquier opinión particular, tendencias o exigencias prácticas. Esta enseñanza se sostiene incluso de cara a la legislación o mayorías populares. Aunque es cierto que la ley divina reitera la enseñanza de la ley natural acerca del asesinato intencional, el quinto mandamiento es sencillamente una reformulación de lo que ya es una verdad universal, en vez del establecimiento de una nueva ley.
Lo cual nos lleva a la cuestión de los métodos artificiales para prevenir el embarazo. La gran mayoría de personas – incluso muchos católicos – creen que la enseñanza contra el empleo de métodos artificiales para prevenir el embarazo es simplemente ley de la Iglesia y que la misma está sujeta a cambiar o que se puede más o menos ignorar. Sin embargo, la sencilla aplicación de los principios de la ley natural mostrará que el uso de los métodos artificiales para prevenir el embarazo claramente infringen principios objetivos que toda persona está moralmente obligada a cumplir.
El principio básico de la ley natural es que se debe hacer el bien y evitar el mal. Esta idea es brillante en su sencillez, pero requiere un entendimiento adecuado del bien y del mal. Santo Tomás de Aquino señaló y aclaró lo que es obvio para el sentido común, concretamente, que entendemos como principio primario e irreducible que ciertas cosas son buenas. Reconocemos, por ejemplo, que la vida humana es inherentemente buena. Entendemos claramente que la existencia de la persona humana es algo bueno y que la destrucción de la raza humana – o de cualquier persona inocente – es una trágica injusticia. Por esa razón, podemos afirmar incondicionalmente que el matar a una persona inocente es malo. Si uno necesitara mayor prueba de esto, podríamos sencillamente imaginarnos el caos que se desataría si se permitiera el asesinato y la absoluta ruptura de la sociedad civil que ocurriría. Interesantemente, aquí yace un tesoro oculto de sabiduría: cuando cualquier persona o sociedad infringe los principios de la ley natural, se perjudica a sí misma. En un momento volveremos a este tema.
Si se entiende que la vida humana es inherentemente buena, entonces la creación de la vida es también inherentemente buena. Esto significa que la sexualidad es buena, ya que es el único medio para producir la creación de la vida y la propagación de la especie. Si, luego, uno emplea medios directos e intencionales para que el acto sexual sea infructuoso, uno estaría infringiendo el propósito central del acto sexual.
Por supuesto, el acto sexual no puede reducirse sencillamente a sus dimensiones procreativas. La sexualidad también se debería entender dentro del contexto de una relación permanente, amorosa y del gran gozo que ésta produce. El acto sexual puede, de muchas maneras, compararse al acto de comer. Aunque el comer es necesario para nutrirnos, entendemos que el comer es una actividad agradable y unificadora que también se disfruta sencillamente de por sí. Sin embargo, si modificáramos el acto de comer de tal manera que los aspectos agradables o placenteros se retuvieran a la vez que se eliminara la dimensión nutritiva – como lo sería por ejemplo el masticar cada bocado para luego escupirlo en una cubeta – uno estaría de hecho infringiendo el propósito principal de comer. La persona que siguiera “comiendo” de esta manera se moriría de hambre. De igual forma, volver el acto sexual en algo estéril a la vez que se disfrutan los otros placeres naturales asociados al acto, sería actuar de una manera que va en contra de su propósito. Sería infringir un principio natural y trascendente referente al bien y al mal.
Si infringir los principios de la ley natural debilita a la sociedad, entonces cabe señalar de qué maneras el uso de los métodos artificiales para prevenir el embarazo nos ha afectado. Hay, de hecho, varias consecuencias directas que se podrían mencionar. Las investigaciones han indicado que el uso extenso de los métodos artificiales para prevenir el embarazo ha llevado a índices más altos de divorcio e infidelidad.1 Adicionalmente, los índices de actividad sexual entre los jóvenes y las personas no casadas han aumentado rápidamente, a pesar de la promoción casi militante de los anticonceptivos entre los jóvenes y la disponibilidad gratuita de los métodos artificiales para prevenir el embarazo, los índices de transmisión de enfermedades transmitidas sexualmente han aumentado considerablemente. Anualmente, uno de cada cuatro adolescentes contrae una enfermedad que ha sido transmitida sexualmente.2 El beato Pablo VI famosa y proféticamente anticipó lo que pasaría si se usaban extensamente los métodos artificiales para prevenir el embarazo. En la encíclica Humanae Vitae, previó una “disminución general de los principios morales” y que el uso de los anticonceptivos podría “abrir ampliamente el camino para la infidelidad conyugal,” facilitando el que las personas ignoren la ley moral, “especialmente los jóvenes.”3 Las pruebas avalan las afirmaciones de Pablo VI. No hay duda alguna de que la infidelidad conyugal, a pesar de la disponibilidad del divorcio, va en aumento. Un estudio demuestra que entre los años de 1991 y el 2006 – un plazo de quince años – la infidelidad entre las mujeres casadas menores de treinta años aumentó en un 20 por ciento y para los hombres casados menores de treinta años, aumentó en un 45 por ciento.4 Robert Michael, el mismo investigador de Stanford que señaló la conexión entre los anticonceptivos y el divorcio, además señaló una conexión entre los anticonceptivos y el adulterio puesto que los métodos artificiales para prevenir el embarazo facilitarían la infidelidad. No debería sorprendernos que las enfermedades transmitidas sexualmente van en aumento entre los jóvenes. Los estudios indican que entre los estadounidenses que cumplieron 15 años entre los años de 1954 y 1963, el 48 por ciento tuvo relaciones sexuales prematrimoniales para la edad de 20 años, mientras que entre las personas que cumplieron 15 años entre los años de 1964 y1973, el 65 por ciento tuvo relaciones sexuales premaritales para la edad de 20 años. El porcentaje ha aumentado hasta el 76 por ciento para las personas que cumplieron 15 años entre 1984 y 1993.5 Independientemente de lo que uno pueda decir de Pablo VI y la encíclica Humanae Vitae, su opinión de lo que pasaría si los métodos artificiales para prevenir el embarazo se usaran extensamente es totalmente acertada. Los resultados desastrosos de la vulneración generalizada de la ley natural no solo los han previsto los pensadores católicos. Nada menos que Mohandas Gandhi señaló que los métodos artificiales para prevenir el embarazo serían peligrosos para la sociedad, afirmando que en última instancia “degradarían” a la mujer: “Cualquier uso extenso de los métodos es probable que resulte en la disolución del vínculo matrimonial y el amor libre… Los métodos anticonceptivos para mi son un abismo funesto.”6
En un mundo dividido por opiniones e ideologías muy divergentes es importante tener una base de objetividad en la que todos podamos estar de acuerdo. Así como la ciencia nos provee un lenguaje y método común para investigar el mundo visible que nos rodea, la ley natural provee una pauta de sentido común para las cuestiones morales que todos las mentes razonables pueden compartir. Como podemos ver, mucho depende de que podamos o no conformar nuestras vidas como individuos y como sociedades a la ley natural. De hecho, el futuro de nuestra civilización depende de ello.
1 Michael, Robert T. “Why did the U.S. Divorce Rate Double Within a Decade?” Research in Population 6 (1988): 361-99. Print.
2 Minnesota Department of Health. About STD Awareness Month, STD Awareness Month Facts. MDH. Accessed March 10, 2015.
3 Paul VI. Humanae Vitae: Of Human Life. Boston: St. Paul, 1968. Print.
4 Riley, Naomi S. “The Young and the Restless: Why Infidelity is Rising Among 20-Somethings.” Wall Street Journal 28 Nov. 2008, W11. Print
5 Finer, Lawrence B. “Trends in Premarital Sex in the United States, 1954-2003.” Public Health Reports 122 (2007): 73-78. Print.
6 Gandhi, Mohandas. Young India 2 April 1925: 118. Print.