Mi esposa Cassandra y yo nos casamos el 1 de mayo de 1993. Desde el inicio de nuestro matrimonio quisimos entender y practicar la planificación familiar natural como medio para vivir nuestros votos mutuos, así como las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre la belleza y el poder de la sexualidad humana. Esto nos llevó a tomar clases de PFN en Sacramento, en el hospital Mercy General. Allí nos enseñaron las observaciones biológicas que debíamos hacer y seguir con respecto a los ciclos de Cassandra. Pero lo más importante es que aprendimos un enfoque más integral de las relaciones sexuales humanas en el matrimonio. Para los iniciados, ya saben de qué hablo: SPICE – las siglas en inglés que representan las dimensiones Espiritual, Física, Intelectual, Comunicativa y Emocional de nuestras relaciones como esposos y esposas que deben tener un equilibrio para tener un matrimonio sano y fuerte. Sin embargo, como todos los que intentan vivir la PFN pronto descubren, hay desafíos para este método que inevitablemente surgen, algunos de la naturaleza y otros de la educación.
Como hombre, luché con las necesarias abstinencias periódicas que hacen que la PFN sea eficaz. Sé que Cassandra aprecia la paciencia y el autocontrol que ejercí durante los prolongados periodos fértiles en los que, por recomendación médica, debíamos abstenernos. Sin embargo, en realidad recuerdo que no me esforcé en ofrecer muestras de amor físicas alternativas, ni en alimentar nuestra relación emocional. Me ha llevado años aprender a expresar mi afecto de forma no sexual y a la vez ser más consciente emocionalmente de las necesidades de Cassandra. Irónicamente, mi hija mayor, Grace, fue una de mis mayores ayudas cuando me dio a conocer el libro de Gary Chapman, Los Cinco Lenguajes del Amor, poco antes de su propia boda. Recomendaría este libro a cualquier pareja casada que intente mejorar su comunicación, así como aprender a entender las necesidades de su cónyuge.
A pesar de que yo mismo provengo de una familia numerosa con varios hijos, me costó mucho abrirme a la vida. Hace 20 años o más, le dije a mi médico personal que estábamos practicando la PFN. Me dijo, muy serio, “Entonces tendrás una familia numerosa”. No lo tomé en serio entonces, porque creía que éramos lo suficientemente inteligentes, teníamos el autocontrol y disponíamos de las herramientas para limitar el tamaño de nuestra familia a un número razonable (tres más o menos). Cassandra y yo utilizamos con éxito la PFN durante los primeros diez años de nuestro matrimonio para concebir a nuestros cuatro primeros hijos, así como para evitar la concepción, al tiempo que atendíamos los problemas de salud, después de sufrir dos embarazos fallidos antes y después de nuestro cuarto hijo. El sistema es extremadamente útil y preciso cuando se hace en consulta con un asesor de la PFN y hemos tenido muchos asesores excelentes a lo largo de los años aquí en el área de Sacramento.
A los 11 años de nuestro matrimonio sufrimos la fatiga de los gráficos de la PFN. En resumen, nos hicimos “viejos y nos cansamos” de ser tan clínicos con nuestra vida amorosa, así que mi médico acabó teniendo razón sobre la familia numerosa. Nuestros siguientes cuatro hijos llegaron cuando yo tenía 40, 41, 43 y 47 años, respectivamente. Han sido la alegría de nuestros años de vejez, así como la razón por la que tanta gente nos dice que parecemos mucho más jóvenes que nuestra edad biológica. Hemos comprendido que la “apertura a la vida” es el núcleo de la planificación familiar natural. Cuando éramos una pareja joven, nos preocupábamos mucho por ser padres responsables, planificando nuestra familia con cuidado y atención. Comprendo el punto de vista de muchas parejas, preocupadas por no cargar con demasiados niños a los que no pueden mantener, o por tener problemas de salud que dificultan el embarazo o incluso ponen en peligro la vida, o simplemente abrumadas por la idea de añadir otro niño a su familia. Estos temores y condiciones son reales y se justifican.
Lo que Cassandra y yo aprendimos de manera decisiva es a confiar en Dios y en su providencia, algo con lo que he luchado durante años, menos últimamente que al principio de mi matrimonio.
Me crie en una buena familia católica estadounidense de clase media en la que me enseñaron la independencia, el trabajo duro y la autosuficiencia. Pedir ayuda no ha sido fácil para mí. Si alguno de ustedes, esposos o padres, nuevos o experimentados, se sienten abrumados y sin esperanzas por las dificultades que enfrentan al vivir la realidad de la PFN (abstinencia, problemas de comunicación con su cónyuge, apertura a los hijos, la petulancia de la mentalidad anticonceptiva que los rodea), POR FAVOR, busquen a otros hombres para que los ayuden a seguir adelante. Mi vida se ha enriquecido profundamente con la ayuda de otros hombres buenos que intentan estar a la altura del gran reto de nuestro tiempo: ser puros de corazón y cuerpo y vivir nuestra sexualidad en obediencia a los designios de nuestro Creador.