Humanae Vitae habla elocuentemente sobre el papel de los sacerdotes en la proclamación de la verdad en relación a la sexualidad humana y alienta a sus feligreses a responder a esta gran visión:
Amados hijos sacerdotes que sois por vocación los consejeros y los directores espirituales de las personas y de las familias, a vosotros queremos dirigirnos ahora con toda confianza. Vuestra primera incumbencia – en especial la de aquellos que enseñan la teología moral – es exponer sin ambigüedades la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio. Sed los primeros en dar ejemplo de obsequio leal, interna y externamente, al magisterio de la Iglesia en el ejercicio de vuestro ministerio. Humanae Vitae §28
Los seminaristas, nuestros futuros sacerdotes, tendrán el papel indispensable de dar a conocer la doctrina de la Iglesia católica sobre la sexualidad humana, además de infundir a los fieles cristianos la belleza de la visión de la Iglesia católica para el amor humano. Por consiguiente, es evidente que a los seminaristas se les debe enseñar con total claridad qué tipos de acciones condena la Iglesia católica en el campo de la sexualidad humana para que puedan transmitir esto a los fieles. Sin embargo, la claridad en la enseñanza referente a qué acciones se prohíben, no es suficiente en sí misma, para cambiar nuestra cultura. La doctrina de la Iglesia católica sobre las prohibiciones de diversos pecados sexuales (la pornografía, el sexo prematrimonial, la anticoncepción artificial, etc.) deben presentarse a los fieles en el contexto más amplio de comunicar la visión fundamentalmente positiva de la sexualidad humana. Solamente de esta forma se expondrá sin ambigüedades y de forma completa, la doctrina de la Iglesia católica como lo pide Humanae Vitae.
El decir que la Iglesia católica es enemiga del amor es una de las mentiras más funestas y difundidas de nuestra era moderna. La Iglesia católica es, de hecho, enemiga del sentido falso y empequeñecido del “amor” que en última instancia lleva a la deshumanización y al uso de otras personas. La facultad sexual solamente se utiliza responsablemente cuando su uso respeta el orden de la naturaleza y la dignidad de la persona humana. Dios, en Su sabiduría, estableció el orden de la naturaleza donde el acto conyugal tiene un significado intrínseco procreativo. Dios también creó al hombre y a la mujer a su propia imagen y semejanza, lo cual nos da a todos una dignidad personal que requiere nada menos que una respuesta de amor—el desear el bien auténtico del otro.El orden personal que Dios ha establecido al crearnos a Su imagen y semejanza y llamarnos a compartir de Su propia vida y felicidad requiere que respondamos a otras personas con amor auténtico, en vez de simplemente usarles—sexualmenteo de cualquier forma.
El abrazo conyugal verdaderamente une a los cónyuges cuando éste se abre a la vida; y la generación de vida nueva es solamente verdadera y plenamente humana cuando surge de un acto específico de amor entre los esposos. La base y fundamento propio de la doctrina de Humanae Vitae es el vínculo inseparable deseado por el Creador entre los significados procreativos y unitivos del acto conyugal. Debido a este vínculo inseparable entre los significados unitivos y procreativos del acto conyugal, las relaciones contraceptivas conyugales no unen a los esposos en el amor de la forma en que Dios lo tenía previsto. La doctrina de la Iglesia católica promueve el amor y la auténtica unión conyugal fructífera en este amor.
Con demasiada frecuencia, los miembros de nuestra sociedad seglar equivocadamente interpretan la visión de la Iglesia católica en relación a la sexualidad humana como tan solo una larga lista de negativas que son contrarias al amor humano. A la vez que es absolutamente necesario que tengamos la valentía de proclamar la verdad del plan de Dios para el hombre y la mujer, con todas las prohibiciones que éste incluye, es aún más importante explicar estas negativas en el contexto de la visión fundamentalmente positiva de la Iglesia católica en torno a la sexualidad humana. Esto es lo que hace que las negativas tengan sentido y presenta una visión capaz de inspirar a los fieles a que tomen las medidas necesarias para concretamente transformar sus vidas. La bella enseñanza del Papa Juan Pablo II en Amor y Responsabilidad, Familiaris Consortio, y La Teología del Cuerpo dejan bien claro que la visión de la Iglesia católica relacionada a la sexualidad humana es primordial y fundamentalmente un gran sí al amor auténtico y a la entrega de uno mismo.
Al fomentar la doctrina de la Iglesia que se encuentra en Humanae Vitae, la tarea en el futuro próximo será ofrecer la totalidad de la visión positiva de la Iglesia católica en torno al amor conyugal. Sólo viviendo de acuerdo a esta visión es que los cónyuges pueden experimentar la plenitud de la felicidad que surge de la total e irrevocable entrega mutua de la persona íntegra en el amor permanente y reparador. En función de este gran sí al amor es que tienen sentido muchas de las negativas ante lo que sea incompatible con este amor. Y es solamente con la grandeza de este enorme sí al amor auténtico ante nuestros ojos que tenemos la fuerza de decir no a cualquier cosa que amenace con destruir el amor auténtico que todos deseamos tan desesperadamente.
Con los ojos fijos en esta visión, los fieles, por gracia de Dios, desearán crecer en el auto control y dominio propio de la castidad que se requiere para la entrega de uno mismo en el amor. Únicamente podemos encontrarnos a nosotros mismos al entregarnos en el amor, pero no podemos dar lo que no poseemos. Es por esto que debemos controlar nuestras pasiones mediante la hermosa virtud de la castidad. La castidad nos permite el auto poseernos plenamente y nos prepara para descubrir el verdadero significado de la vida al entregarnos al amor.
A los seminaristas, entonces, se les debe ofrecer la totalidad de la visión fundamentalmente positiva de la Iglesia católica para la sexualidad humana de tal forma que se les habilite para que compartan esta visión con los fieles con entusiasmo, y se les apoye en el bello y estrecho camino a la perfección cristiana. Gracias a Dios, según mi experiencia, esto es precisamente lo que los seminaristas buscan.