Mi esposa, Rita y yo nos casamos en 1985 y para el año 1990 teníamos tres hermosos hijos, Natalie, Joseph y Nicole. Sabíamos que a pesar de que sería caro, nuestros hijos serían educados en escuelas católicas. Yo era policía, trabajaba para el Departamento del Sheriff del Condado de Sacramento y Rita trabajaba en la oficina de un dentista, así que sabíamos que financieramente estaríamos un poco apretados. Rita y yo decidimos que tres hijos serían suficientes. También decidimos que la mejor manera de asegurar nuestro plan era que yo me hiciera una vasectomía. Ahora que pienso en eso, de verdad que me parece tan torcido como racionalizamos cometer un pecado tan grave, justificando que así nos asegurábamos de que nuestros hijos crecerían en un ambiente que les enseñaría la verdad de la fe católica. Nosotros conocíamos parejas católicas que habían tenido este procedimiento o que usaban otros métodos anticonceptivos y considerábamos que la postura de la Iglesia Católica sobre la planificación familiar era una creencia anticuada y fuera de tiempo. El procedimiento en el que me hicieron la vasectomía fue en 1991.
En 1993 me decidí a ir a misa todos los días como una promesa de Cuaresma, lo que fue muy bueno porque seguí yendo a misa todos los días cuando la Cuaresma terminó y lo sigo haciéndolo hasta hoy. A mediados de los años 90s llegué a conocer y amar mi fe Católica y por ese amor he aprendido más y más acerca de ella. Me di cuenta de que había cometido un terrible pecado y me confesé al respecto. El sacerdote me dio la absolución y me dijo que estaba bien, ya que también sería un pecado tener hijos que yo no podría cuidar correctamente.
En 1999 me fui de peregrinación católica a Medjugorje Yugoslavia en compañía de mi sobrino Jeremy quien en ese tiempo estaba en el seminario. Mientras que estaba en Medjugorje me confesé con el Padre Philip de la ciudad de New York quien también visitaba Medjugorje. Era un sacerdote fuerte, de espalda ancha, calvo y con una barba bien poblada. Tenía un temperamento áspero y no tenía ningún problema señalando mis deficiencias. El me dio direcciones muy directas con el fin de que algún día pudiera yo entrar al cielo. Me dio la absolución y me decidí a contarle lo de la vasectomía. Le dije que me había confesado al respecto y también le dije lo que el sacerdote me había dicho acerca de que también sería pecado no ser capaz de dar el cuidado adecuado a mis hijos. El Padre Philip inmediatamente dio un puñetazo en la pequeña mesa que nos separaba. Luego gritó;“¿Cómo sabe ese sacerdote qué tipo de cuidado Dios va a dar a sus hijos?” El Padre Philip me dio rápidamente la orientación para solucionar el problema. Le dije que una reversión de la vasectomía era cara y que yo no creía que mi esposa estaría de acuerdo con esto. El Padre Philip entonces me dijo que mi esposa tenía un modo de pensar que podía llevarla al infierno si de verdad ella no estaba abierta a este procedimiento. Rápidamente defendí a mi esposa y le dije de lo maravillosa que es mi esposa y que ella de ninguna manera terminará en el infierno. El Padre Philip sugirió que ya que yo era evidentemente el experto en estos asuntos deberíamos de cambiar lugares en el confesionario. Avergonzado decline la sugerencia. Luego me dijo que el mismo demonio estaba presente en el interior de mi hogar riéndose de Rita y de mí ya que fue capaz de conducirnos por un sendero pecaminoso para cometer un pecado tan horrible. Rápidamente me di cuenta de que yo estaba en contra de tener al mismo diablo riéndose de mí en mi propia casa.
El Padre Philip sacó un crucifijo, lo tomó por la base y me pidió que hiciera lo mismo. Él oró intensamente para que Rita estuviese abierta a la idea de tener más hijos. Gotas de sudor se formaron en su frente. Simultáneamente, los dos hicimos la señal de la cruz terminamos la oración. Luego me dijo que fuera directamente desde el confesionario a un teléfono a informar a Rita que íbamos a hacer los arreglos para una reversión de vasectomía.
Salí del confesionario y le comenté a mi sobrino Jeremy sobre mi conversación con el padre Philip. Jeremy hizo la evidente sugerencia de que encontráramos un teléfono de inmediato. Llegué a un teléfono y tan pronto como Rita contestó le dije que me había confesado y que tenía que revertir mi vasectomía. Yo pensé que iba a haber un largo período de silencio en el teléfono, pero no fue así. Rita se limitó a decir que ella estaba completamente de acuerdo y que haría todos los arreglos necesarios para cuando yo regresara a casa. Hablamos durante unos minutos más y cuando colgué el teléfono me invadió un sentimiento de alivio y felicidad. Jeremy levantó las manos por encima de su cabeza, como si hubiéramos acabado de anotar un gol. Corrimos de nuevo al confesionario e hice línea entusiasmado para compartir las buenas noticias con el Padre Philip. Cuando entré en el confesionario el Padre Philip me miró y me dijo; “Se acaba de ir. ¿Cómo es posible que ya tan pronto haya cometido faltas graves?” Me reí y le dije acerca de la maravillosa noticia de que mi esposa estaba completamente de acuerdo con la reversión de la vasectomía. El padre Philip se limitó a decir; “Por supuesto ella está de acuerdo. ¿Por qué Dios no contestaría nuestras oraciones?” El padre Philip se puso de pie y me abrazó y habló brevemente del valor. Yo le dije que algún día iba a tener un hijo y yo lo iba a nombrar Philip. El padre Philip me miró y lágrimas brotaron de sus ojos. Entonces él me dijo; “Ahora ve con Dios hijo, hay una larga fila afuera de esa puerta.”
Tuve el procedimiento inmediatamente después de regresar a Sacramento. Mi sobrino Jeremy, terminó sus estudios en el seminario y ahora es el padre Jeremy, un sacerdote santo y fiel. El 19 de febrero del 2002 Rita dio a luz a Philip Jeremy Helfrick. Tres años más tarde nació Theresa. Nuestros tres hijos mayores fueron educados en escuelas católicas y los tres se graduaron de universidades católicas. Philip y Teresa están actualmente inscritos en una escuela primaria católica. Ese es el tipo de cuidado que Dios ha dado a mis hijos. ¡Alabado sea Dios por el don de sus numerosos sacerdotes santos y fieles!