Recientemente tuve la increíble bendición de hacer el recorrido del Camino de Santiago. Esta antigua peregrinación nos condujo a mi familia y a mí a través del norte de España, donde seguimos los pasos de San Santiago el Apóstol y concluimos el recorrido en la Catedral de Santiago de Compostela. Vivimos un momento de oración y milagros intensos. Sin embargo, durante mi viaje, me di cuenta que no es necesario que atravesemos España caminando en una peregrinación. El hecho de seguir el estilo de vida de la Planificación Familiar Natural es ya una peregrinación en sí.
Antes de irme, entendía que una peregrinación es un camino hacia Dios—un viaje visible que representa un recorrido invisible. Gracias al regalo de San Juan Pablo II de la Teología del Cuerpo, también comprendí por qué un viaje físico es capaz de llevarnos a un recorrido espiritual. (Se debe a que estamos compuestos por un cuerpo y alma.) No fue sino al regresar a casa, no obstante, que caí en cuenta de la conexión entre El Camino y mi estilo de vida de la PFN.
Los compañeros peregrinos me ayudaron a caer en cuenta sobre esta conexión al recordarme sobre el papel que desempeñan nuestros cuerpos en una peregrinación. Casi a diario, alguien me decía: “Estoy aprendiendo a escuchar a mi cuerpo”.Como promotora de la PFN, ya pueden ustedes imaginarse con qué rapidez mi mente se iba a las gráficas de fertilidad, al escuchar esta frase. Para mí era una maravilla ver cómo El Camino podría enseñarle a mis nuevos amigos una de las lecciones más importantes que la PFN me ha enseñado: nuestros cuerpos se comunican con nosotros. El escuchar a nuestros cuerpos es uno de los aspectos más importantes de cualquier peregrinación.
En cierto nivel, debemos comprender lo que nuestros cuerpos nos dicen para sencillamente sobrevivir la experiencia. Las pruebas físicas de El Camino tienen mucho en común con las de la PFN. Si mientras que uno recorre El Camino, siente una punzada dolorosa en la rodilla, uno debe caminar diez millas en vez de las veinte millas que pensaba caminar. De manera similar, si usted utiliza la PFN y observa que es un día fértil y tiene la esperanza de postergar un embarazo, usted y su cónyuge deben practicar la abstinencia. No se puede recorrer El Camino ni utilizar la PFN exitosamente si no aprendemos a escuchar a nuestro cuerpo.
En un nivel mucho más profundo, debemos comprender a nuestros cuerpos para poder experimentar las bendiciones del recorrido. He sido testigo de cómo El Camino y la PFN han curado algunos cuerpos, fortalecido algunas relaciones, sanado algunas heridas emocionales, y restaurado una imagen positiva sobre el cuerpo. Aunque estos son frutos poderosos, la bendición más grande de una peregrinación es acercarnos a Dios. Los peregrinos de El Camino y las parejas que usan la PFN aprenden que nuestros cuerpos nos pueden guiar en el camino. Los peregrinos caminan, pacientemente, cientos de millas, con los pies llenos de ampollas para encontrarse con Él. Las parejas que usan la PFN sufren tiempos de abstinencia gozosamente para rendirle honor a Él. Sabemos que nuestros cuerpos nos conducen a Dios porque Dios escribió el Evangelio en nuestros cuerpos. Si nuestros cuerpos no formaran parte de quiénes somos, las pruebas físicas de El Camino y de la PFN no podrían tener un impacto en nuestras vidas espirituales.
Las peregrinaciones son difíciles. El recorrido de El Camino y el uso de la PFN están repletos de desafíos e incluso de sufrimiento. Pero una peregrinación también nos trae alegrías; al final, nos conduce hacia nuestro Dios amoroso. Así como le decíamos a nuestros compañeros peregrinos en El Camino, ahora les digo a ustedes: “Buen Camino!”