Alguna vez has subido a una montaña rusa sin realmente obtener una visión completa de lo que está más allá de esa primera subida? Llegas a la cima sin mucho alboroto, pero de pronto estas sobre el precipicio y te llenas de emoción, de miedo y de alegría. ¡Qué viaje!
Cuando mi esposa y yo decidimos casarnos en la Iglesia Católica, los dos sabíamos que esto significaba vivir nuestro amor naturalmente. Estudiamos la PFN, y obtuvimos una idea bastante buen de cómo funcionaban las cosas. No teníamos ni idea de lo que nos esperaba, pero estábamos abrochados y listos. ¡No tenía ni idea! Lo pasamos todo: alegría, dolor, emoción, miedo, desafío, trabajo, risas, lágrimas. Pero sobre todo, amor.
Recien casados fuimos a cenar a la casa de un vecino. Tenían tres hijos pequeños. Nos fuimos esa noche mirándonos uno al otro con ojos bien abiertos y comentamos: “¡De ninguna manera! ¿Cómo se las arreglan?” Tener un montón de hijos nunca fue nuestra intención. Resulta que la de Dios sí.
Beth, mi mujer, fue bendecida con la fertilidad y la regularidad. Normalmente sabíamos que otro bebé estaba en camino antes de ver ese pequeño signo de “más” en la prueba de embarazo. La separación de los chicos ocurrió de forma natural, a través de la lactancia. Cuando llegó el momento de despechar, después de aproximadamente un año, nunca tuvimos una buena razón para retrasar el próximo embarazo. Por lo tanto, Joey, Ali, Gabe, Charlie y Maggie fueron llegando más o menos cada dos años.
Después llegó Sam. En las primeras horas de aquella noche Beth se despertó muy incómoda y en literal agonia debido a un desprendimiento de la placenta. Después de correr al hospital, los grandes doctores salvaron a Beth y Sam. Sammy nació un mes prematuramente, después de estar unas horas sin que le llegara sangre al cerebro.
En la primera semana de vida fuera del útero, los médicos de los Cuidados Intensivos Neonatales (en otro hospital) nos presionaron para quitarle a Sam el respirador artificial durante lo que llamaron la “ventana de oportunidad”. Sin embargo, no nos querían explicar lo qué eso significaba. Entonces, llevamos todo el historial médico a un neurólogo neonatal católico en UCLA, quien nos explicó que los remedios que le salvaron la vida a Sam en la sala de parto podrían, a su vez, suprimir su capacidad de respirar hasta por una semana.
Queríamos únicamente que se hiciera la voluntad de Dios, pero no podíamos dejar que Sam muriera debido a efectos secundarios, así que dejamos pasar esa semana antes retirarle el respirador artificial. Sam vivió ocho meses más. Sin embargo, su cerebro fue tan dañado en esas pocas horas antes de su nacimiento que él no podía ver, tragar o reaccionar, y nos enseñó a todos que el amor no tiene por qué ser visiblemente una calle de dos vías. Tener un niño con daño cerebral era, en nuestra imaginación, algo tan tenebroso que nunca lo habíamos conversado. Incluso para un surfer adicto a la diversión como yo, poner un poco de confianza en Dios (tal como se debe para poder vivir bien la PFN) es un excelente entrenamiento para lo que pueda venir. Dios nos abrió los ojos al gran regalo que Sam fue y sigue siendo.
La sabiduría humana nos habría hecho parar después de Sam. “Entonces, ¿ya terminaron?”, nos preguntaba a menudo (bueno, también nos preguntaban eso antes de Sam). Consultamos con nuestro médico. Aunque nunca lo consideramos una persona particularmente religiosa, su respuesta a nuestra pregunta: “¿Por qué sucedió esto?” fue: “Dios sabía que ustedes podían predicar su palabra, pero Él quería ver si podían también vivir su voluntad.” El desprendimiento de placenta, nos dijo, no fue el resultado de ninguna enfermedad o defecto que el pudiera encontrar y no había ninguna razón médica para evitar futuros embarazos.
¡Así que tuvimos unos pocos más! Le agradezco a Dios por una esposa tan generosa con Él y, por extensión, conmigo, nuestros hijos, las chicas con problemas que vienen a nuestro Centro de Vida y con quien sea que ella se cruce.
Hubo momentos en los años siguientes que usamos la PFN para evitar embarazos, debido a algunos problemas médicos que Beth sufrió mas adelante. Pero igual, en los siguientes diez años, Dios nos bendijo con Henry, George, Ted & Molly. Aunque los más jóvenes nunca conocieron a Sam, él es el primer santo a quien piden que interceda por nosotros en nuestras oraciones familiares, un santo que nunca pudo haber sido sino por los frutos de vivir naturalmente, fructuosamente, alegremente la PFN.
Translation provided by Gary’s son in law, Francisco Zinkewich ~ GRACIAS!