Con siete hijos en nuestros primeros ocho años de matrimonio, quizá no seamos los mejores portavoces de la planificación familiar natural. En el pasado, cuando la gente nos preguntaba si pensábamos tener más hijos, respondíamos “Solo Dios lo sabe” o decíamos que estábamos practicando la “planificación familiar providencial”. Mirando al pasado, podemos ver cómo las clases de planificación familiar natural han moldeado nuestro matrimonio y nuestra familia para bien, y nos han proporcionado la herramienta para posponer brevemente el embarazo cuando sentimos la necesidad de “tomarnos un respiro” cuando nuestra familia se amplió de dos hijos a cinco en sólo cinco meses. La PFN facilita el discernimiento y una apertura preestablecida a la vida y a las incógnitas que ésta conlleva.
Aproximadamente a los dos años de casados y un año después del nacimiento de nuestro primer hijo, Jimmy, surgió por primera vez el tema de la adopción. Los dos lo habíamos considerado individualmente, pero nunca habíamos hablado juntos de si pensábamos que la adopción podría formar parte del futuro de nuestra familia.
Leímos, rezamos y hablamos. Si íbamos a adoptar, ¿no sería mejor tener hijos biológicos y adoptados en una bonita mezcla? Si íbamos a hacerlo en algún momento, ¿por qué no hacerlo ya? La planificación familiar natural parece consistir en equilibrar la prudencia con la voluntad de dar el sí cuando llegue el momento. Los niños, sean quienes sean, lleguen como lleguen y se queden el tiempo que se queden, son un regalo de Dios.
Decidimos solicitar ser una familia sustituta a través del condado para brindar un hogar a los niños que están en hogares de crianza. Estaríamos abiertos a la adopción si surgiera la necesidad. Hubo varias entrevistas como parte del proceso de inscripción, y una de las preguntas que surgió fue “¿hasta qué punto le preocupa tener un hijo con necesidades considerables?” Nuestras amistades y familiares nos hacían preguntas similares. Aunque sabíamos que podía ser y casi seguro que sería muy difícil a veces, ésto nunca nos preocupó. Sentimos la tranquilidad que ofrece Jesús en el Evangelio de Mateo: “No se inquieten por su vida…Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos”. Mateo 6:25;28-29. Confiábamos en que nuestros familiares, amistades y, en última instancia, nuestro Señor nos ayudarían a salir adelante.
Una de las cosas más extrañas de convertirse en padre de crianza es lo repentino que resulta. Se tienen nueve meses para prepararse para recibir a un hijo biológico. Para un hijo de crianza, se tienen sólo algunas horas. Al año siguiente de nacer nuestra hija Eleanor, recibimos nuestra primera llamada. Lo único que había que hacer era decir “sí”.
Nos llevamos a casa a nuestra dulce Liliana, de 4 libras y media. Era un bebé de ensueño y, aunque no sabíamos cuánto tiempo iba a estar con nosotros, nos sentimos bendecidos de acogerla en nuestra familia. Con el tiempo nos dimos cuenta de que necesitaba un hogar permanente. También nos enteramos de que su hermano biológico mayor, Sirvon, también necesitaba una familia. Sabíamos que traer a un niño mayor a casa sería un reto, y en aquel momento estábamos esperando nuestro tercer hijo biológico. La madre de Claire nos tranquilizó, recordándonos que “a veces lo difícil es lo que hay que hacer”. Dijimos que sí una vez más.
Durante dos años vimos crecer a nuestra familia con la incorporación de estos dos maravillosos niños y otro hijo biológico, Isaac. A veces, o en realidad, la mayoría del tiempo, la situación distaba mucho de ser digna de publicarse en Instagram, pero era mucho más enriquecedora, difícil y placentera que cualquier cosa que un artículo pudiera plasmar de todas formas.
El año pasado, dimos la bienvenida a dos niños más, a nuestra hija biológica Audrey, y al hermano biológico de Sirvon y Liliana, Brandon. En medio del ajetreo del día a día ha sido tan importante para nosotros considerar en oración cada una de estas decisiones.
Recibir niños en nuestra familia a través de la adopción ha sido una bendición. Pero la adopción no es sólo una historia de amor. También es una historia de pérdida. Oramos todos los días por la madre biológica de nuestros hijos. No está pasando por un buen momento y, sin embargo, los hijos que ha concebido son portadores de la luz de Dios para tantas personas. Uno de nuestros hijos biológicos nos dijo después de una visita: “Mamá, quiero tanto a Brandon que me entristecería que tuviera que irse, pero también me gustaría que Dezirae pudiera quedarse con su bebé. Sería hermoso que ella pudiera ejercer su papel de mamá, y sería hermoso que él pudiera quedarse en nuestra familia. De cualquier manera será hermoso”. Hermoso. Ese es siempre el designio de Dios. A lo largo de los años hemos sido testigos de cosas hermosas. Hemos vivido momentos maravillosos y momentos desalentadores. Brandon tiene necesidades médicas significativas y hay mucha incertidumbre sobre su futuro. Sin embargo, nos sentimos tranquilos ante los retos y las incógnitas porque ya hemos visto la gracia de Dios obrando en nuestra familia. A menudo nos sentimos como si estuviéramos en esa barca en medio de la tormenta en el Mar de Galilea. Pero en ese momento se nos recuerda que no debemos temer y que debemos tener fe. Jesús estaba en aquella barca y también está presente en medio de las tormentas de nuestra vida.
Nuestros familiares y amistades nos han brindado su apoyo cuando lo hemos necesitado. Nuestros hijos han crecido como hermanos y nosotros como esposos. Nuestra familia actual no se parece a nada de lo que imaginábamos antes de empezar a hablar de la adopción en el coche junto al río Russian. Hay un antiguo dicho que dice que cuando hacemos planes, Dios se ríe. Si Dios se ríe, es con la alegría de saber que Su imaginación y Su plan para nosotros es mucho mayor que lo que nosotros planeamos para nosotros mismos.
Creemos que el contraste es marcado cuando consideramos el mensaje de “elegir la vida” frente al de “la paternidad/maternidad planificada”. Elegir la vida es un salto hacia lo desconocido. Es sobrecogedor, da miedo y hay muchas razones justificadas para preocuparse. Pero se nos anima a actuar con fe, no con miedo. Dios está lleno de regalos imprevistos que está esperando derramar. Para nosotros, esos regalos incluyeron tres hijos increíbles a través de la crianza temporal y la adopción. Pedimos a Dios que puedan acoger todo aquello para lo que Dios ha preparado su corazón.